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PRIMERO DE MAYO 2008

Publicado por Coordinador jueves, 1 de mayo de 2008


A 80 AÑOS DE LA MASACRE DE LOS OBREROS BANANEROS
SIGUE LA ALIANZA ENTRE EL IMPERIALISMO Y LAS CLASES DOMINANTES LOCALES CONTRA EL PUEBLO COLOMBIANO

CAMPAÑA NACIONAL EN HOMENAJE A LOS OBREROS BANANEROS SACRIFICADOS EL 6 DE DICIEMBRE DE 1928

Se exprime la vida de los pobres para enriquecer a los amos, y se les asesina cuando piden pan y justicia.
La mano de hierro del gobierno es la misma que impeló a la desesperación cien mil bocas.
Se denega justicia a los obreros colombianos, para luego entregar sus cabezas
en bandeja de oro a los invasores yankis.
Hambre y plomo! He ahí lo que se da a la boca que pide pan y justicia.
Hambre y plomo. Así resuelven los mandarines de Colombia  los conflictos de trabajo.
Maria Cano. Volante repartido clandestinamente el 30 de diciembre de 1928

El Movimiento por la Defensa de los Derechos del Pueblo MODEP, quiere este 1º. de Mayo iniciar la campaña de homenaje a la memoria de los miles de mártires obreras y obreros, asesinados el 6 de diciembre de 1928. Este crimen acordado entre un monopolio imperialista, con la complicidad del Estado de las clases dominantes, justificado con el argumento de “detener la amenaza comunista”, en verdad tuvo como objetivo garantizar la dominación semicolonial. Desde entonces la dominación imperialista, sus inversiones y megaproyectos, han requerido de un Estado lacayo y fiel defensor de sus inversiones, que recorre para tal fin a masacrar al pueblo, como lo dijera María Cano, los “mandarines colombianos”, hoy como ayer, siguen masacrando al pueblo en nombre del capital.

Al finalizar el siglo XIX, cuando se había formado a escala mundial el capital monopolista, que Lenin llamaría imperialismo, en una región de la costa norte colombiana que cubría los municipios de Santa Marta, Ciénaga, Aracataca, Fundación y Pivijay se había instalado el monopolio imperialista bananero United Fruit Company[1], de capital norteamericano. A comienzos de siglo controlaba el 80% de la industria bananera mundial, tenía a disposición en los países caribeños más de 1 millón 400 mil hectáreas de tierra, 70 mil de ellas sembradas en banano; miles de kilómetros de ferrocarriles y cables de telégrafo; una flota de casi 100 barcos y una fuerza laboral superexplotada de 150 mil hombres, que cosechaban al año 65 millones de racimos para exportación.

En Colombia para la segunda década del siglo XX, tenía 25 mil trabajadores, a los que se les pagaba en vales, cambiables solo en los almacenes del monopolio, habitantes de viviendas malsanas, controlados por despóticos capataces, además los trabajadores padecían de enfermedades como el paludismo, la anemia, la tuberculosis, el parasitismo, la gastroenteritis, las venéreas. Además de afectar a los obreros, la United afectaba a los campesinos, a los que se les arrebataba la tierra y a los cultivadores y comerciantes nacionales los afectaba con el monopolio de la comercialización de todos los productos. Esta economía de enclave era apoyada firmemente por las clases dominantes colombianas y de manera particular por los gobiernos conservadores.
En octubre de 1926, como parte de la agitación obrera y socialista se fundó, con la orientación del Partido Socialista Revolucionario la Unión Sindical. El sindicato, después de un proceso organizativo presentó en octubre de 1928 el primer pliego reivindicativo en 30 años de existencia de la empresa: 1) seguro obligatorio; 2) reparación por accidentes de trabajo; 3) habitaciones higiénicas y descanso dominical remunerado; 4) aumento de 50% en los jornales; 5) supresión de los comisariatos; 6) cese de los avances por medio de vales; 7) pago semanal; 8) abolición de los contratistas; 9) mejora del servicio hospitalario.

El gerente de la United, Thomas Bradshaw, con el apoyo del gobierno norteamericano, exigieron al Estado colombiano, poner fin a la protesta obrera, e incluso amenazaron con invadir el país, colocando frente a las costas de nuestro país un buque de guerra. Así, en medio de acuerdos y presiones con los yanquis, el Ministro de Industrias José Antonio Montalvo (quien decía que los obreros bananeros tenían los más altos salarios de Colombia) se negó a negociar, obligando a los trabajadores a entrar en huelga desde el 12 de noviembre, la cual fue generalizada y contó con el apoyo de la población local. En la tarde del 6 de Diciembre de 1928, el gobernador del Magdalena, José María Núñez Roca convocó a los obreros en la estación del tren de Ciénega, para negociar con ellos, pero en lugar de llegar él, llegaron las tropas dirigidas por el general Cortés Vargas, nombrado por el Ministro de Guerra, Ignacio Rengifo, con el pretexto de aplacar una “inminente revolución comunista”, amparado en la llamada Ley Heroica (Decreto 707 de 1927) que había ilegalizado al PSR y servía para acallar toda protesta. Para salvar a la patria de la “amenaza roja” y por orden del presidente de la República, Abadía Méndez, el general Vargas ordenó, en la tarde del 6 de diciembre, abrir fuego contra los manifestantes, dejando más de 1000 muertos.

El 16 de enero de 1929, Jefferson Caffery, Embajador de E.U. en Colombia, escribió un mensaje confidencial al Secretario de Estado en Washington en el que le decía: “Yo tengo el honor de informarle que el representante de la United Fruit Company me dijo ayer en Bogotá, que el número total de trabajadores en paro, muertos por los militares Colombianos, excede del millar” (Carlos Payares. Ciénaga: Una República bananera. Huelga y masacre de las bananeras. Editora Litoguia, Santa Marta. 2004.)

En las semanas siguientes continuaron los fusilamientos y detenciones masivas, miles de obreros fueron llevados a las cárceles de las selvas de Panamá y la Amazonía. Con las denuncias de Jorge Eliécer Gaitán, con la memoria obrera contada de generación en generación, con Los Inconformes de Ignacio Torres Giraldo y otros historiadores democráticos y con la literatura democrática, Cien Años de Soledad de García Márquez y Casa Grande de Cepeda Zamudio, hemos logrado combatir el olvido de esta masacre, a pesar de que los historiadores oficiales y los diferentes gobiernos de turno han dicho que no hubo masacre, sino que la United solo trajo bienestar y progreso.

Este fue el bautizo de fuego que tuvo el proletariado colombiano en su lucha por crear una patria soberana y una nación democrática y con justicia social. 80 años después el pueblo sigue luchando por esos mismos ideales y las clases dominantes, siguen aplicando la misma lógica terrorista en nombre de la lucha contra el comunismo y a favor de la libertad del capital: en lugar de economías de enclave, tenemos zonas francas y regiones de megaproyectos con total garantía para la inversión imperialista, en donde no se cumple la Constitución nacional ni la legislación laboral, además que exigen que a partir del TLC, todo el país sea una inmensa zona franca; en lugar de la “ley heroica”, tenemos un régimen militarista, que criminaliza y acalla la oposición; en lugar de los ministros de Industrias y de Guerra, tenemos a todo el gabinete ministerial, que en nombre del “libre mercado” y la seguridad democrática”, aplican medidas contra el pueblo y a favor del gran capital; en lugar de un Cortes Vargas, tenemos varios jefes militares y paramilitares, que para defender a los monopolios capitalistas, continúan masacrando campesinos, indígenas, sindicalistas, estudiantes y demás líderes sociales y políticos; en lugar de un gobierno conservador de carácter semicolonial, tenemos un régimen de carácter fascista, fiel aliado del imperialismo norteamericano y de su dominación neocolonial.

Por todo lo anterior, el objetivo de esta campaña nacional por la memoria, la dignidad y la resistencia, es traer al presente, los sueños de lucha por la democracia y el socialismo que enarbolaron los obreros y revolucionarios asesinados en la zona bananera y, para que estos impulsen nuestro accionar.

MODEP
1º. de Mayo de 2008


[1] Esta misma transnacional ahora conocida como la CHIQUITA BRANDS o BANADEX S.A., el 15 de mayo de 2004 confesó ante un juez federal de los Estados Unidos haber entregado 1.7 millones de dólares en un período que va  desde 1997 hasta 2004 a las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU). 

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